Bruselas había amanecido con el cielo encapotado, y nosotros, casi sin pensarlo, dirigimos de nuevo nuestros pasos hacia la Grand Place. Hoy tocaba visitar una ciudad que respiraba historia por los cuatro costados: había mucho que ver en Gante.
La Gran Plaza (Grote Markt en flamenco) es el corazón geográfico, histórico y comercial de Bruselas. Este lugar acogió un mercado hasta el siglo XI, y cuando a principios del siglo XV se construyó el Ayuntamiento, los comerciantes empezaron a edificar aquí sus almonedas en diferentes estilos.

Sin embargo, en 1965 durante la Guerra de la Liga de Augsburgo, las tropas francesas destruyeron a cañonazos muchos edificios construidos en madera. Sólo sobrevivieron el Ayuntamiento y dos fachadas de piedra. A partir de ese momento los distintos gremios comenzaron la reconstrucción de los edificios dando lugar al conjunto arquitectónico que podemos ver en la actualidad.
Los edificios más llamativos que podrás observar son los siguientes:
- El Ayuntamiento u Hôtel de Ville. Con su torre de 96 metros coronada por San Miguel, el patrón de Bruselas, este imponente edificio refleja el florecimiento de Bruselas como foco comercial durante la Edad Media.
Se pueden hacer visitas guiadas por su interior pero los horarios son muy reducidos
- La Maison du Roi. A pesar de su nombre, La Casa del Rey, nunca fue residencia real. En sus orígenes fue un lugar donde se vendía pan (de ahí viene su nombre flamenco “Broodhuis” o casa del pan) y posteriormente se utilizó temporalmente como cárcel y oficina recaudatoria. Reconstruido en estilo neogótico, hoy en día es sede del Musée de la Ville, donde se exponen pinturas y tapices del siglo XVI y una colección de 650 trajes de Manneken Pis.
- La Maison des Ducs de Brabant. Este conjunto de edificios neoclásicos los forman 6 casas gremiales.
- Le Pigeon. En los números 26 y 27 se encuentra la vivienda en la que se alojó Víctor Hugo durante su exilio en Bélgica.
- Le Renard, Le Cornet y Le Roi d´Espagne. Estos edificios eran las sedes de los gremios de merceros, armadores y panaderos respectivamente. Este último alberga hoy en día una cervecería.
A la izquierda del Ayuntamiento nos llamó la atención una estatua porque estaba rodeada de gente. Se trata de la estatua de Everad´t Serclaes, ejecutado en el siglo XIX mientras defendía Bruselas, y cuyo brazo dicen que da buena suerte tocar.
Saliendo de la Grand Place por la Rue L´Etuve, nos encontramos con el que en nuestra opinión (y que nos perdonen las coles 😜) es el símbolo de Bruselas ¡El famoso niño meón Manneken Pis!

Esta pequeña estatua de apenas 50 cm. es una réplica de la original que fue robada. Su origen es incierto, lo que dio lugar a leyendas muy curiosas.
Algunas dicen que se trataba del hijo de 2 años de un duque que se dirigía al campo de batalla. Las tropas de su padre lo colocaron en una cesta colgada de un árbol y desde allí orinó sobre los enemigos, que acabaron perdiendo la batalla.
Otra historia cuenta que se trata de un niño llamado Juliaanske, que orinó sobre la mecha de una bomba, apagándola y salvado así la ciudad. O que era el hijo de un rico comerciante, que se perdió y finalmente fue encontrado riendo y orinando en un jardín, y cuyo padre en agradecimiento decidió construir una fuente.
Sea cual sea su origen, no te puedes ir de Bruselas sin visitar a Manneken. Y a lo mejor, con un poco de suerte, lo encuentras disfrazado con algún original traje como es costumbre.
Sin darnos cuenta se nos había pasado media mañana, así que nos dirigimos hacia la Estación Central para coger uno de los trenes que nos conectarían con nuestro siguiente destino.
¿QUÉ VER EN GANTE?
Desplazarse por Bélgica en tren es muy cómodo, así que en una media hora llegamos a Gante (estación Gent-Sint-Pieters).
Lo primero que nos llamó la atención es que el sol brillaba en un cielo totalmente azul ¿era ese el día en el que según el pronóstico iban a caer “chuzos de punta”?. Disertaciones meteorológicas aparte, nuestro objetivo era llegar cuanto antes al centro histórico de Gante.
La opción más rápida es coger el tranvía nº1, que por 1,30 euros te llevará al centro. Si te estas planteando ir andando debes saber que la estación está a las afueras y queda lejos del centro, pero está perfectamente comunicada mediante tranvías y autobuses.
Nada más bajar del tranvía nos encontramos de frente con la imponente Torre del Campanario (Belfort), que junto con la Catedral de San Bavón, y la Iglesia de San Nicolás, forma el triángulo de las torres de Gante.
En el interior del Belfort se puede contemplar una exposición de campanas, entre las que se encuentra la famosa campana Roland con su dragón pintado en oro; y en su planta baja está la Oficina de Información y Turismo. Dicen que desde su mirador se puede disfrutar de las mejores vistas de Gante, aunque en la época en la que fuimos nosotros estaba cerrado.
Cerca de allí están el Ayuntamiento o Stadhuis, y la Catedral de San Bavón (Sint-Baafskathedral), lugar que alberga la famosa pintura de Van Eyck “La adoración del cordero místico”; y en cuyo interior tuvo lugar el bautizo en el año 1500 del emperador Carlos I de España y V de Alemania.

Había mucho más que ver en Gante, así que caminando sin un itinerario definido nos adentramos en el antiguo barrio medieval, en el que predominan las casitas bajas y calles estrechas.

Allí, dominando todo el conjunto, se encuentra el Het Gravensteen o Castillo de los Condes. Este castillo del siglo XII fue residencia de los Condes de Flandes, y posteriormente tuvo diferentes funciones como Casa de la Moneda, prisión y fábrica de algodón.
En su interior alberga un museo de instrumentos de tortura, y aunque algunas guías dicen que es una visita imprescindible, su excesivo precio (11 euros por persona) nos quitó las ganas de entrar al instante.
En su lugar decidimos emplear el tiempo en dar un paseo por los alrededores y contemplar las vistas del castillo desde el otro lado del canal, imagen que no desmerece en absoluto.

Después de comer aprovechamos para recorrer otro de los numerosos mercadillos navideños que se encontraban en el centro de la ciudad. El olor dulzón que salía de una de las casetas de madera nos atrajo irremediablemente y acabamos pidiendo una especie de crepés típicos cuyo nombre impronunciable no recuerdo.

Sin querer estábamos dejando para el final una de las mejores cosas que ver en Gante y el lugar más querido por sus habitantes. Se trata del Muelle de las Hierbas (Graslei).

Este antiguo puerto medieval es uno de los rincones con más encanto de Gante. Cada una de las casas gremiales que se asoman al canal tiene una historia que contar.
Animado por el día gracias a la multitud de restaurantes que allí se encuentran, y solitario, pero no menos digno de contemplar al anochecer; el Muelle de la Hierbas es la imagen de Flandes por excelencia.


En definitiva, aunque es menos famosa que su vecina Brujas (y hay mucho que ver en Brujas), hay muchas razones para visitar Gante. Ya sea por su animado ambiente universitario, por su riqueza monumental o por la cantidad de cosas que ver en Gante, esta ciudad bien merece hacer un alto en el camino.

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