Llegados a este punto he de confesar que en este viaje tenía muy claro lo que ver en Brujas y había un par de cosas que estaba dispuesta a hacer sí o sí: ver Brujas de noche y recorrer sus canales en barca.
Una vez más decidimos ir a la Estación Central cruzando la Grand Place, y es que es un lugar emblemático que nunca nos cansábamos de ver, ya fuera de día o de noche, con sol o en una mañana gris como era el caso.
El trayecto de Bruselas Central a Brujas (Brugge en flamenco) dura aproximadamente 1 hora, así que a eso de las 12:30 llegábamos a nuestro destino.
El día había amanecido con el cielo encapotado, y aunque nos pasamos todo el trayecto rezando para que cambiara el tiempo, lo cierto es que en Brujas tuvimos que sacar el paraguas por primera vez en el viaje.
Los pronósticos meteorológicos habían fallado todos los días, pero como dicen que a mal tiempo buena cara, decidimos “empaparnos” (metafórica y literalmente hablando) de esa atmósfera melancólica que los días grises otorgan a las ciudades, más aún en un lugar como Brujas.
¿QUÉ VER EN BRUJAS?
Considerada como una “Venecia del norte” por sus canales, la ciudad medieval de Brujas ha permanecido inalterada desde el siglo XV. Y es que precisamente fueron sus canales los que la convirtieron en un próspero foco comercial del norte de Europa durante la Edad Media.

Pero esta prosperidad llegó a su fin cuando a principios del siglo XVI los sedimentos cerraron el canal abierto al mar. A partir de ese momento la ciudad se fue empobreciendo paulatinamente, hasta que a principios del siglo XX fue restaurada, convirtiéndola en la joya que vemos hoy en día.

El centro de Brujas se recorre fácilmente a pie, así que cuando salimos de la estación de trenes, empezamos dando un agradable paseo por la calle Oostmeers hasta la Catedral de San Salvador (la aguja de su campanario se divisa desde lejos, no hay pérdida), y desde allí seguimos hasta la Iglesia de Nuestra Señora.
Caminando sin rumbo por calles empedradas en las que los coches de caballos eran los protagonistas, llegamos a un lago con un nombre tan sugerente como Minnewaterpark o Lago del Amor. En este lago, que fue el escenario de la trágica historia de amor entre Minna y su amante Stromberg, surgió una leyenda que dice que las parejas que crucen el puente Minnewater conocerán el amor eterno. Y es que lugares como éste no hacen sino realzar la imagen romántica de Brujas.
Cerca de allí se encuentra una institución que surgió en la Edad Media en los Países Bajos, y que aún perdura en la actualidad. Se trata del Begijnhof o Beaterio.
Este conjunto de casitas blancas que se disponen alrededor de un jardín central, se fundó en el año 1245, cuando la condesa de Flandes ordenó la construcción de casas para albergar a las beguinas, mujeres viudas o huérfanas que se juntaban para vivir en comunidad y atender a los enfermos y necesitados, pero sin necesidad de pertenecer a ninguna orden religiosa.
Actualmente está habitado por un grupo de monjas benedictinas, y se pueden visitar la pequeña iglesia y una de las antiguas casas de las beguinas convertida en museo.

El silencio y quietud que se respiraba en este lugar era sólo interrumpido por los graznidos de los cisnes que chapoteaban alegremente en el canal adyacente, ajenos a todo lo que ocurría a su alrededor.
De nuevo empezaba a llover, pero era una lluvia fina, casi imperceptible, que no conseguía ensombrecer la alegría de una ciudad cuyas calles y tiendas estaban engalanadas al milímetro con alegres luces de navidad.
Sin rumbo, nos íbamos parando delante de todos los escaparates de cualquier chocolatería que se cruzara en nuestro camino, quedándonos con la boca abierta ante la maestría y el ingenio de los belgas para trabajar el chocolate.
Nos pareció que en Brujas, el arte de hacer figuras con el chocolate había alcanzado un nivel de refinamiento aún mayor que en el resto de Bélgica, así que algunos regalitos cayeron.

De repente, al doblar una esquina encontré lo que andaba buscando: una taquilla para sacar los tickets para los paseos en barca. Rauda y veloz agarré a Carlos y nos dirigimos hacia allí sin perder un segundo, pues ya había gente en la fila y quería aprovechar la “tregua” que nos estaba dando la lluvia.
Después de sacar los tickets (8 euros/persona) nos pusimos en la fila a esperar nuestra barca. Según pasaban los minutos la lluvia volvió a hacer acto de presencia, primero tímidamente, y luego con más fuerza. Mis peores temores se confirmaron, pues en el preciso instante en el que nos subimos a la barca (son lanchas descubiertas, por cierto) empezó a llover como si no hubiera un mañana. Creo que la media hora que duró el paseo fue la que se recogieron más litros por metro cuadrado de todo el día.
Sobra decir que acabamos empapados. Y no, no me arrepiento. Aunque el paseo quedó un poco deslucido, sobre todo por las fotos que tenían cierto aspecto fantasmal; un paseo por los canales de Brujas llueva, nieve o haga sol, siempre merece la pena.
Aprovechando que era la hora de comer nos metimos en el primer local de comida rápida que encontramos por el camino. La comida era pésima, pero eso sí, tenía una calefacción estupenda y unas vistas geniales hacia el canal y el antiguo hospital de San Juan, actualmente sede del museo de pintor flamenco Hans Memling.

Después de 2 horas, y antes de que el dueño del local nos empezara a mirar mal por estar ocupando una mesa y tener todas nuestras cosas desparramadas por los radiadores, salimos de nuevo a la calle rumbo a la Plaza del Mercado o Grote Markt.
Siguiendo la Steenstraat, la calle comercial por excelencia, y guiándonos por la torre del Campanario o Belfort, llegamos a una preciosa plaza rodeada por edificios medievales. En su centro albergaba una pista de patinaje y un mercadillo navideño, y como a esas horas ya estaba oscureciendo, todos los edificios estaban iluminados dándole un aspecto de cuento de hadas.



Contigua a la Plaza del Mercado, comunicada por la calle Breidelstraat, se encuentra otra plaza que rivaliza en belleza con la anterior. Se trata de la Plaza Burg, que está rodeada por impresionantes edificios renacentistas como el Ayuntamiento o Stadhuis, el Palacio de Justicia, y la Basílica de la Santa Sangre, en la que se conserva una reliquia que contiene la Santa Sangre. Sin duda de los mejores lugares que ver en Brujas.


Saliendo de la Plaza Burg, siguiendo el canal hacia el Vismarkt o Mercado de Pescado, nos encontramos con la sorpresa del día. Si te digo Rozenhoedkaai pensarás que estoy hablando una lengua muerta o algo por el estilo, pero si te cuento que éste es el punto más fotografiado de Brujas, la imagen que aparece en todas las postales…ya te suena más ¿no?
Pues como una imagen vale más que mil palabras ahí la dejo…

Definitivamente Brujas había cumplido mis expectativas. No sé cómo será recorrerla un día soleado de primavera, pero sí puedo decir, que aquella tarde de invierno en la que los charcos del suelo reflejaban las luces de navidad, fue…¡mágica!

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Nosotros fuimos en otoño, pero hacia un clima muy primavera, aunque algunas gotas cayeron! Brujas te atrapa haga el tiempo que haga pero quizá le pega más ese ambiente gris plomizo del que hablas….
Yo creo que cualquier momento es bueno para ver Brujas ¿no crees? ¡Dar un paseo un día soleado también tiene que ser espectacular!
Un besito
Pedazo de país y pedazo de blog!! Felicidades!!!
Añadir solo q si el manneken pis nos hace gracia, también nos lo hará la no tan famosa jeanneken pis, dicen q es su hermana y esta escondida por el centro de Bruselas!!! Animo, a buscar!!!
¡¡Muchas gracias Potrillo!!
Pues algo sabíamos de su existencia pero no logramos encontrarla. Tendremos que volver para visitar a jeanneken y alguna chocolatería ya de paso 😉
¡Gracias por el dato!
Me he reído mucho con lo de la lluvia, aunque a vosotros no os hiciera tanta. Gracias por todas las ideas: lugar en mi lista de sitios pendientes por visitar.
Son lugares como de cuento ?
Siii, Brujas parece sacada de un cuento, es una ciudad preciosa.
En cuanto a lo de la lluvia al final me salí con la mía, jeje, pero no pillamos un catarrazo de milagro.