Las cuevas de Zugarramurdi son más de lo que aparentan. Hubo un tiempo en el que la gente vivía apegada a la tierra y en estrecho contacto con la naturaleza. En esa época, la sabiduría, las costumbres y la magia procedían de ese profundo conocimiento del medio que les rodeaba.

A las personas que poseían estos grandes conocimientos sobre plantas y hierbas medicinales, empezaron a llamarlas Sorgin.
Actualmente sorgin quiere decir bruja o brujo en euskera, pero no siempre fue así. Antiguamente existían dos versiones de sorgin (sortze: nacer o crear/ egin: hacer) “la que hace nacer” o la partera; (zorte: suerte/ egin: hacer) adivinador del futuro o clarividente.
Y es que todas esas personas (mujeres en su mayoría, pero también hombres) también sabían de fertilidad, de la reproducción y el parto, y de los anticonceptivos de la época.
El lugar que escogían para celebrar sus fiestas, rituales sagrados y ceremonias era una cueva, ya que representaba las entrañas de la Madre Tierra o Ama Lur.

En torno a la Tierra giraba la mitología y la vida de aquellas gentes, y sin embargo, el dueño y señor de la tierra era Fray León de Araníbar, abad del Monasterio de Urdax.
Los campesinos eran sus inquilinos y arrendatarios, y vivían con la obligación de pagarle las rentas. A esta gente que vivía tan apegada a la tierra, la Iglesia Católica les obligó a mirar hacia el cielo.
Es por eso que la Inquisición (de la que el abad de Urdax era confidente) no veía con buenos ojos aquella sociedad de costumbres, creencias y sabiduría tan diferentes, y que además hablaba una lengua extraña.

La incomprensión transformó aquellos rituales y fiestas en honor a la Madre Tierra en Akelarres, los cánticos en conjuros, las palabras en sortilegios y las creencias paganas en magia negra.
El poder propagó el miedo…el miedo la sospecha…y la sospecha el silencio. Estas personas de fama oscura empezaron a ser señaladas, y en tiempos de epidemias, hambre y sequías, esta atmósfera era el caldo de cultivo perfecto para propagar los rumores.
Cualquiera podía ser sospechoso…cualquiera podía ser brujo o bruja. Los vecinos se espiaban los unos a los otros y muchos se denunciaban entre ellos.

En 1610 la Inquisición apresó a 300 vecinos de Zugarramurdi y los pueblos aledaños. Hombres y mujeres, jóvenes y viejos. De todos ellos, 40 fueron trasladados a Logroño para ser juzgados.
Entre otros delitos se les acusaba de negar la religión católica, tener como Dios al diablo, practicar orgías e incluso crear pociones y tormentas en el mar.
Como resultado del Proceso de Logroño, 6 acusados fueron quemados vivos junto con las imágenes de otros 5 que habían muerto en prisión. 18 aceptaron los cargos que les imputaban y fueron absueltos, y el resto sufrió penas de cárcel y desposesión de sus bienes.
Y no sólo el pequeño pueblo de Zugarramurdi sufrió la cacería de brujas, sino que toda Europa se vio afectada por una persecución con el fin de asentar el dominio de una religión.
VISITAR LAS CUEVAS DE ZUGARRAMURDI
La visita a las cuevas de Zugarramurdi comienza en lo alto de unas escaleras desde las que se ve una gran oquedad en la roca. Es la Cueva Grande o Cueva de las Brujas, pero ten paciencia, aún no es el momento de visitarla.
Tomando el sendero que hay a tu derecha comienzas a adentrarte entre la vegetación. La temperatura desciende y todo se tiñe de un verde intenso. Acabas de iniciar un viaje al pasado, al territorio de las brujas.
Pasarás por un desvío que conduce a un mirador desde que se ve el pueblo de Zugarramurdi, pero vuelve sobre tus pasos hasta llegar a la Regata del Infierno. Parece casi imposible pensar que este pequeño riachuelo creó la gran cueva de 120 metros de largo y 10 de ancho, pero así fue, y hoy en día continúa su trabajo de erosión.

La cercanía de Zugarramurdi a la frontera francesa convirtió estos montes y profundos bosques en el lugar perfecto para el contrabando o “trabajo de noche”. Los objetos que se pasaban eran de lo más variado, desde las cosas más sencillas como café, azúcar, chocolate, vino y tabaco; hasta herramientas, vacas, ovejas, caballos…y personas.
Para ello debía existir un acuerdo secreto entre “carabineros” y “douaniers” por un lado, y contrabandistas por otro, mediante el cual en caso de encontrarse en el monte, los contrabandistas debían abandonar los paquetes y huir mientras que los guardias se quedaban con el alijo y no les disparaban (sólo al aire)
Hoy en día hay una senda que une las cuevas de Zugarramurdi con las de Sara en Francia, para que cualquiera rememore aquel pasado de contrabando.
Si sigues el curso de la regata del Infierno hasta el Puente del Infierno, verás cómo se abre ante ti la entrada de la Gran Cueva.
La Cueva de las Brujas. Sólo sus dimensiones ya te ponen los pelos de punta. Y aunque no hubiesen sido escenario de rituales y Akelarres, sólo por observar esta proeza de la naturaleza la visita ya merece la pena.


Aquí dos paneles informativos nos explican qué eran los hornos de cal o caleras, y que esta cueva fue el escenario del rodaje de la película “Las Brujas de Zugarramurdi”
Saliendo de la Gran Cueva por el otro extremo llegarás un claro en el bosque. El camino te lleva a cruzar un precioso puente de madera y después de subir unas escaleras llegarás al Prado del Aquelarre.

“Akelarrea” significa en euskera “prado del Macho Cabrío”. Aquí al parecer se juntaban las brujas y celebraban sus aquelarres. La bruja era por un lado un ser respetado y venerado, con poderes especiales. Por el otro lado, era un personaje que pactaba con un diablo con aspecto de macho cabrío, que además de participar en reuniones demoníacas echaba males de ojo y maldiciones.

Junto al prado verás otra cueva en la que también se practicaban aquelarres.
Desanda el camino y antes de salir fíjate en una cueva más pequeña que queda a tu derecha. Es un estrecho corredor por el que tienes que entrar agachado, y si no fuera por la iluminación artificial estarías casi a oscuras, por eso al salir por el otro extremo te invadirá una sensación como “de volver a la vida”. En ese momento comprenderás por qué aquellas gentes usaban las cuevas para sus ritos de fertilidad. Salir de las entrañas de la madre Tierra es lo más parecido a nacer o “dar a luz”…

EL MUSEO DE LAS BRUJAS
Si dispones de tiempo, es muy recomendable visitar el cercano Museo de las Brujas (está a 200 metros de las cuevas, en el pueblo)
En él se recoge la historia de las brujas, la mitología, costumbres y rituales vascos mediante audiovisuales, escenografías y pantallas táctiles.
INFORMACIÓN PRÁCTICA PARA VISITAR LAS CUEVAS DE ZUGARRAMURDI
- Las cuevas de Zugarramurdi se encuentran en el pueblo del mismo nombre en Navarra, muy cerca de la frontera con Francia.
- Si vas en temporada baja podrás aparcar junto a la entrada de las cuevas, pero si hay mucha gente tendrás que buscar aparcamiento en el pueblo.
- La entrada a la cueva y al museo cuesta 4,50 euros cada una. Si vas a visitar los dos sitios te beneficiarás de 1 euro de descuento (importante no perder el ticket)
Consulta horarios y precios especiales para visitar las Cuevas de Zugarramurdi aquí
Consulta horarios y precios especiales para visitar el Museo de las Brujas aquí
VISITAR LAS CUEVAS DE ZUGARRAMURDI CON NIÑOS
Si vas a visitar las cuevas de Zugarramurdi con niños muy pequeños o bebés, es imprescindible una mochila o pañuelo de porteo ya que es la única forma de salvar las escaleras y los senderos pedregosos. Caminando con cuidado es una visita perfectamente viable con niños.
Los niños menores de 6 años entran gratis
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